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¿Lo que es común no es de nadie?  

El diseño como proceso colectivo es un reto para nuestros egos y también para la gestión de derechos de autor, pero será sin duda una práctica habitual para enfrentarse a los retos que tenemos como sociedad y diría que como especie.  

En el diseño, dentro de sus múltiples variantes, es cada vez más habitual que los procesos de creación sean colectivos. Si quieres operar en la realidad, esta es tan compleja que difícilmente se puede abarcar desde la individualidad, menos aún desde el individualismo, el ego creador. El mito del genio solitario es un arquetipo obsoleto y, por qué no decirlo, en gran medida tóxico. Suele basarse en la supuesta brillantez de las ideas de una sola persona (comúnmente un hombre), no en vano es un arquetipo propio del heteropatriarcado más inmovilista.  

Sabemos que es un modelo caduco y que ya no puede dar respuestas realmente efectivas a un diseño que pretende transformar la realidad. Y es que la realidad es resbaladiza, compleja y multicapa, mutante, difícil de asir y menos de atrapar para moldearla. En ese cometido, es muy difícil que una sola persona tenga toda la información/conocimiento/capacidad para aportar una respuesta realmente útil.  

«Colabora. El espacio entre personas que trabajan juntas está lleno de conflicto, fricción, lucha, éxtasis, deleite y un vasto potencial creativo.»

(Manifiesto incompleto para el crecimiento, Bruce Mau) 

Aun así ese modelo hegemónico tiene todavía una gran influencia en las estructuras, leyes, sistemas y maneras en las que creamos, producimos y también en las que gestionamos aquello que llamamos derechos de autor, propiedad intelectual, autoría, etc. Por tanto los derechos de autor están pensados para una persona. Con el tiempo, se han adaptado a que puedan ser varias, aunque lo que se suele hacer es poner como «autor» a una empresa e internamente los componentes del grupo acuerdan como se reparten, si es que hubiera ingresos por esos derechos.  

En iniciativas colectivas de inteligencia colectiva con un número importante de participantes, la motivación económica no suele ser prioritaria y se suele usar licencias Creative Commons. Recordemos que esta es una organización sin fines de lucro dedicada a promover el acceso y el intercambio de cultura, que desarrolla un conjunto de instrumentos jurídicos de carácter gratuito que facilitan usar y compartir tanto la creatividad como el conocimiento. Las licencias Creative Commons no reemplazan a los derechos de autor, sino que se apoyan en estos para permitir elegir los términos y condiciones de la licencia de una obra de la manera que mejor satisfaga a quien es titular de los derechos. Que a la práctica significa poder optar por posiciones como el Copyleft o el libre uso sin fines de lucro. 

Lo que es común es de todos, que no es lo mismo que decir «no es de nadie». Lo que es de todos, nos pertenece a todos pero también entre todos debemos cuidarlo.  

En un entorno como el diseño, donde los casos de plagio, copia y usurpación de autoría no son infrecuentes, puede parecer peligroso hablar de estos temas. Pero sinceramente, creo que la sociedad nos está pidiendo colaboración y no proteccionismo. Y no hablo de cuestiones morales o «vocacionales», todos tenemos que vivir y el trabajo tiene la función de permitirnos hacerlo. Pero no siempre buscamos la rentabilidad directa. Colaborar, participar en procesos de co-diseño, de creación colectiva es una forma de acceder a proyectos que de forma individual quizás nos irían grandes. En esos casos, ceder nuestros derechos o renunciar a intentar obtener un retorno económico puede ser una opción razonable.  

«Súbete a los hombros de los demás. Puedes viajar más lejos montado en los logros de quienes te han precedido. Y desde ahí, la vista es mucho mejor.»

(Manifiesto incompleto para el crecimiento, Bruce Mau) 

Por otro lado, en ocasiones y creo que cada vez serán más habituales, la simple supervivencia pasa por delante de los intereses crematísticos. Estos días estoy viendo ideas, desde el diseño, para ayudar a desescombrar las localidades afectadas por la DANA. Juan Angel Medina (aka @Jamsito) es un diseñador que ha desarrollado un adaptador de un palo de escoba para churros de piscina, con el fin de quitar el lodo. Juan Benavente Valero, también diseñador de producto, ha creado y produce unos haraganes de madera de palets y los ofrece a quien los necesite.   Sólo son un par de ejemplos, que si retomáramos la época del Covid serían muchos más, como se puedo ver en la exposición «¡Emergencia! Diseños contra la COVID-19» en el Dhub hace un tiempo.

Como decía, son casos en que parece que lo importante se ha desplazado de la ganancia personal, a la supervivencia. ¿Deberíamos preparar una legislación para esos supuestos? La verdad es que ante las emergencias las leyes quedan en papel mojado, pero sí es necesario que seamos conscientes que el diseño colaborativo va a ser, sino lo es ya, una de las bases sobre las que buscar respuestas efectivas a la complejidad que se nos viene encima y deberíamos adaptar nuestras estructuras y estudios para hacerlo posible. Se dice que somos una sociedad en transición, esa transición será sobre lo común, o no será.  Como dice aquella frase en francés: « Quand tout sera privé, nous serons privés de tout » (Cuando todo sea privado, estaremos privados de todo).  

🪧 Aviso: los artículos de Opinión reflejan las perspectivas de sus autores. SafeCreative no se identifica necesariamente con los puntos de vista expresados en ellos.
Óscar Guayabero
Óscar Guayaberohttps://www.guayabero.net/
Creador, editor, escritor… se autodefine como "para-diseñador". Guayabero es en realidad un contador de historias sobre objetos, instalaciones o palabras que además disfruta comisariando exposiciones, dando clases o activando plataformas.

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