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Fair use, la frontera ‘razonable’ de los derechos de autor que no existe en España

En España, la frontera que delimita lo que es el uso legítimo de una obra (ya sea con fines educativos, periodísticos…) y lo que es simple piratería es tan fina que no siempre resulta fácil marcarla. ¿Cuántos segundos se pueden utilizar de una canción antes de que sea considerado ilegal? ¿Existe diferencia entre compartir en tu cuenta de Twitter un artículo de prensa bajo suscripción o unos capítulos de la última novela de Juan Gómez-Jurado? 

En el mundo anglosajón, esa frontera a veces tan difusa la marca un término jurídico conocido como fair use, y que en español se traduciría como ‘uso razonable’ o ‘legítimo’ de las creaciones originales. Se trata de un principio legal que permite el uso limitado de material protegido por derechos de autor sin la necesidad de obtener permiso del titular de los derechos

En España no existe 

Este concepto, arraigado desde hace más de 25 años en el sistema legal de los Estados Unidos, busca equilibrar la protección de los derechos de autor con el derecho a la libertad de expresión y el acceso a la información

Sin embargo, en España, y en la mayoría de los países de la Unión Europea, no existe una disposición legal equivalente al fair use. Aunque sí que se intenta compensar ese vacío legal con diversas limitaciones y excepciones dentro de las leyes de Propiedad Intelectual que compensen la protección de los derechos de autor sin descuidar otros derechos fundamentales como el de información o expresión. 

¿Cuántos párrafos pueden utilizarse legítimamente de un libro? ¿Cuántos segundos de una canción? Como es imposible cuantificar estas situaciones en una ley el caso concreto quedará en manos del juez correspondiente, que será quien determine si se le ha dado un uso razonable o no. 

Qué hay que tener en cuenta 

En ese sentido, la justicia tiene a su disposición una serie de baremos para calibrar si un contenido protegido por derechos de autor ha sido utilizado de forma correcta:  

  • Cuál es la finalidad del uso: no es lo mismo utilizar una obra protegida por derechos de autor con fines educativos (como puede ser, por ejemplo, incluir un artículo de prensa en un libro de historia), que con fines comerciales (utilizando una canción para ambientar un anuncio de televisión). 
  • Cuánto se usa de la obra: para hacer la crítica, por ejemplo, de una película, puede considerarse razonable utilizar fragmentos muy concretos, pero no sería legítimo reproducir la totalidad del metraje e intentar ampararse en fines educativos o de libertad de información. 
  • Cómo afecta a la obra original: si al utilizar la obra disminuyes su valor en el mercado, afectas a su reconocimiento o le generas algún otro daño reputacional, no se considerará fair use. Un ejemplo sería utilizar fragmentos de un libro para desprestigiar al autor o publicar los llamados spoilers que desvelen momentos importantes de una película. 
  • La naturaleza de la obra protegida: Se considera más justo el uso de una obra basada en hechos reales que el de una obra ficticia. Por ejemplo, es más probable considerar como fair use utilizar las noticias de un telediario que utilizar cualquier obra de Stephen King. 

Internet tiene sus propios mecanismos 

Aun así, en ocasiones es el propio mercado el que se regula. La irrupción de internet en prácticamente todos los ámbitos del conocimiento compartido ha provocado que, quienes publican contenido en internet, tengan que tener en cuenta las leyes del país en el que están, pero también de aquellos en los que se ubican las plataformas en las que lo hacen, generalmente Estados Unidos. 

En ese sentido, por ejemplo, los creadores de contenido que suben su trabajo en YouTube o en Twitch saben que en sus vídeos y emisiones en directo no puede aparecer música protegida por derechos de autor. A veces, incluso, estas plataformas ni siquiera tienen en cuenta si estos creadores tienen el permiso de los dueños originales de los derechos para poder reaccionar al contenido o compartirlo en sus canales. Ante la amenaza de que se les sancione y su contenido sea borrado y/o desmonetizado, estos streamers prefieren no arriesgarse. 

¿Por qué toman decisiones tan directas estas plataformas? A mediados de 2022, cada minuto se subían a YouTube más de 500 horas de vídeo. Revisar cada una de ellas, y a pesar de que la legislación cada vez va más encaminada a responsabilizar a las plataformas por ello, sería imposible de hacer por humanos. Por eso, los algoritmos necesitan patrones fijos a los que ceñirse. 

Alberto Muñoz
Alberto Muñoz
Periodista en El Periódico de España, donde está especializado en Tribunales e Investigación.

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