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Esta moda no da la talla 

En pocas décadas hemos pasado del inicio del prêt-à-porter y la democratización de la moda al desenfreno productor del fast fashion y sus consecuencias ecosociales. 

El entorno de la moda siempre ha sido sinónimo de lujo y elitismo, pero hoy es algo tan popular como la comida rápida. Siguiendo con el símil culinario, hasta la década de los años 50, la moda era como aquellos banquetes que solo la aristocracia podía permitirse. Por supuesto, el resto de la población iba vestida pero sus ropas respondían más a necesidades climáticas o laborales, tradiciones locales y habilidades caseras para coser. Hoy, la moda, es lo más parecido a comerse un hotdog en una esquina de cualquier gran ciudad. 

Cuando haces Pop ya no hay Stop.

Con el advenimiento de la cultura Pop la moda pasó a ser algo exclusivo de las clases altas a una forma en que casi todo el mundo podía expresar su afiliación a uno u otro estilo. El gran cambio surge con el encumbramiento de la cultura juvenil. En los años 60′ fenómenos como el movimiento hippie de San Francisco o el Swinging London generaron su propio estilo y la moda se adaptó a esas tendencias de la calle. Desde ese momento, la moda sería parte esencial de la cultura popular y la forma de producirse cambiaría por completo. 

Aunque el término prêt-à-porter  (listo para llevar) ya existía desde los años 20′, fue el productor de moda Didier Grumbach quien en 1967 convertiría la colección y tienda Saint Laurent Rive Gauche en la primera línea de autor pensada para la producción en masa. Nacía el prêt-a-porter tal y como hoy lo conocemos. 

Los clientes ya no tenían que pasar por el taller, para elegir telas o tomarse las medidas. Las prendas se podían adquirir en las boutiques. En estas tiendas había diversas prendas con el mismo modelo y patrón, pero con varias tallas para que el cliente eligiera la que le encajara. Al mismo tiempo, la producción se hacía en grandes cantidades lo que abarataba los costes y el precio final de la prenda. Se perdía la exclusividad, aunque seguiría existiendo la alta costura para unos pocos, y se iniciaba la producción en serie de ropa. 

Al mismo tiempo, se inicia toda una industria de accesorios y perfumes vinculados con la moda. Cuando en 1955, Mary Quant abrió una tienda de ropa en Kings Road, en Londres, llamada Bazaar, la prenda más vendida fueron unos collares de plástico blanco para llevar encima de vestidos o camisetas negras. También se vendieron bastante unas medias negras largas. Lo que hoy llamamos moda es una amplia variedad de productos y servicios. 

De artesanía a industria 

La moda de alta costura se puede considerar artesanal, por los sistemas de producción y las piezas producidas, muchas veces únicas o de tiraje muy reducido. Pero en la actualidad eso representa un porcentaje muy pequeño de la ropa que se fabrica y se vende. La industria de la moda es una de las mayores del mundo. El movimiento económico es enorme y también sus efectos sobre el planeta. Se calcula que la industria de la moda es responsable del 10 % de las emisiones mundiales de carbono. Más que los vuelos internacionales y el transporte marítimo combinados, sin contar con las ingentes cantidades de agua necesarias para la confección, tinte, tratamientos textiles, etc. 

¿Qué ha hecho que este crecimiento, tanto en volumen de negocio como en carga ecológica haya sido tan rápido y voluminoso? Con la llegada de la producción en serie llegó también la necesidad de invertir en branding. Las firmas de moda ya no podían apoyarse únicamente en el sello del autor. Los productos, cada vez más parecidos entre ellos, necesitaban comunicar algo intangible, una identidad tan abstracta como atractiva que les permitiera diferenciarse. Eso produjo que se necesitaran enormes cantidades de capital para invertir en la marca y su comunicación, que tenían que salir de abaratar mucho la producción.

La solución llegó de la mano de Walt Disney Company. Cuando la compañía Disney empezó a producir merchadising en grandes cantidades, se dio cuenta que podía producir donde quisiera, puesto que ellos no eran una industria textil local sino una industria de entretenimiento global. Eligieron el sudeste asiático para hacer sus peluches. Eso fue el principio de la llamada deslocalización que fue adoptada rápidamente por todo tipo de empresas, en especial las de la moda. Los efectos, son de sobras conocidos con la producción en países con poco control sobre las condiciones laborales y ecológicas, pero a unos precios muy baratos que permite acumular capital para publicidad y branding.   

Fast fashion 

La industria textil y complementos entró, a principios de los 90′, en una carrera desbocada para captar la compra «del momento». El término «fast fashion» se dió a conocer en un artículo de The New York Times en 1989  a raíz de la apertura de la primera tienda Zara en Estados Unidos. Según el Times, el objetivo de la marca era que en solo 15 días un diseño pudiera estar disponible para el consumidor. Al margen de que fuera esta marca en concreto, es un modelo de negocio que se centra en la producción de prendas al por mayor, y lo más rápidamente posible, en respuesta a las tendencias del momento. 

La necesidad de sacar nuevos productos constantemente, hace que el tiempo de diseño también se reduzca y que, a menudo, se alimente de Dupes que son «inspiraciones» cuando no copias, y toda una problemática con los derechos de autor.  En realidad, cuando el autor legítimo consigue activar los mecanismos legales para defender sus derechos, la prenda ya ha cumplido su ciclo de vida principal y está en el outlet, aunque esto no exime a la empresa de responsabilidades jurídicas. 

Esta rápida caducidad, hace que sea necesario reducir aún más los costes de producción. Hoy de los aproximadamente 75 millones de empleados en fábricas de todo el mundo solo el 2% de ellos reciben un salario digno, según la Universidad George Washington.

Al mismo tiempo, el ciclo útil de cada producto se reduce ya sea por su uso, con un promedio de entre 7 y 10 veces que la prenda puede lavarse sin perder calidad, como por pasar a ser un sobrante, que la industria intenta hacer desaparecer de la forma más barata. De ahí las imágenes del desierto de Atacama (aunque hay otros lugares parecidos) con sus montañas inmensas de ropa, mucha de ella sin tan solo venderse y estrenarse. Más de 59.000 toneladas de ropa desechada, proveniente de Estados Unidos, Europa y Asia, conforman montañas de prendas en la ciudad de Alto Hospicio, junto al desierto en Chile, que se ven desde el espacio. 

Visibilizar y legislar

Esa es una realidad y hay que cambiarla y para ello hace falta ingenio, valentía, leyes más restrictivas con el malgasto de materiales y energía y también responsabilidad social de las empresas. En el propio vertedero surgió una iniciativa que quería poner sobre la mesa el problema. La Atacama Fashion Week de mano de la ONG Desierto vestido contó con ocho modelos chilenos/as  que lucieron prendas confeccionadas a partir de ropa encontrada en el vertedero textil, como se puede ver en este vídeo:

Sin caer en criminalizar al consumidor, vale la pena prestar atención a iniciativas como Ropa Limpia, que intenta conseguir que las condiciones de trabajo en la industria textil sean equivalentes a las establecidas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y minimizar el impacto de la producción textil sobre el medio ambiente. Y para ayudar, la mejor manera es que, en la medida de nuestras posibilidades, esquivemos la moda low cost y optemos por creadores de proximidad, porque siempre es mejor un menú del restaurante de siempre que la comida ultraprocesada de las franquicias a todos conocemos. 

🪧 Aviso: los artículos de Opinión reflejan las perspectivas de sus autores. SafeCreative no se identifica necesariamente con los puntos de vista expresados en ellos.
Óscar Guayabero
Óscar Guayaberohttps://www.guayabero.net/
Creador, editor, escritor… se autodefine como "para-diseñador". Guayabero es en realidad un contador de historias sobre objetos, instalaciones o palabras que además disfruta comisariando exposiciones, dando clases o activando plataformas.

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