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Entrevista a Roberto González Fernández, pintor

«Yo soy así… arrasado». En la conversación con el pintor y fotógrafo, es imposible discernir entre creación artística y personal. González Fernández ya sabía pintar en la niñez solitaria del Monforte de Lemos (Lugo) de los años 50 del pasado siglo. Una vocación jaleada por personajes luminosos como su padre Rafael o su tía Nieves, que disfrutaba de unos meses al año pintando en Madrid. A esta ciudad viaja en 1969 para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, convirtiéndola en uno de los vértices de un triángulo geográfico completado por A Coruña y Edimburgo. Principales ciudades donde trabaja su virtuoso realismo para mostrar un mundo, a menudo, provocador y siempre bello. González  Fernández cuenta con obra en numerosos museos y colecciones de Europa y América, y desde este 2024 forma parte del Museo Reina Sofía, como representante de la contracultura de los años 70.  

Inclasificable 

Vamos, yo tuve mi momento con mi grupo, mi gente, mis amigos, pero… las cosas van muy rápidas. En el mundo, la moda tiene cada vez más importancia en el sentido de lo que hay que hacer; lo que controlan cuatro o cinco señores que dicen «hay que hacer esto» y, entonces, todo el mundo a hacerlo. Yo no. Yo siempre he estado un poco fuera de eso, o sea, yo iba a mi bola. Sí que exponía con mis amigos en las exposiciones de pintores realistas, porque yo, como hacía una imagen realista, aunque yo lo que quería dar es otro mensaje y necesitaba esa imagen realista, pero tampoco estaba metido dentro de la cosa del hay que pintar así, tal, tal, tal. No, yo llevo mi rollo. 

La imagen realista es mucho más fácil encasillarla: pintas que se ve, pues realista. Pero a mí, me interesa lo que estaba diciendo con esa imagen realista, que es totalmente distinto a pintar un bodegón para vender, o unas flores o un paisajito monísimo: no, no, esto no es para mí. Yo hasta que empecé a hacer paisaje, hasta que tuve el paisaje que tenía que hacer, que era el de mi vista de casa, de la casa de Edimburgo. Ahí es cuando trabajé el paisaje, pero como sensación del personaje que veía el paisaje, o sea, era otra historia. Pero yo no, porque pensé que ese paisajito, bueno, si no llega a tener los personajes, lo hubiera vendido como churros, porque todo el mundo quería, «¡qué bonito paisaje!», pero no es eso. El paisaje es la sensación de un personaje que está pasando un mal momento y se está muriendo de sida, y entonces está el paisaje negro, y él se va del cuadro.  

España, años 70  

Yo tuve unos primeros años de experimentación, un poco, qué camino iba a seguir hasta que yo encuentro lo que yo quiero decir. Porque yo he tenido las cosas bastante claras desde pequeño, desde joven, no desde pequeño. Pues que era gay, para empezar. Y claro, eso tenía que salir de alguna manera, yo no… de aquello no se podía hablar, ¿me entiendes? Estaba todavía en época de Franco y yo, sin embargo, empecé a hacer cosas muy relacionadas con la figura del hombre, de relaciones entre hombres, y cosas de esas que se veían en grupos reducidos, en alguna exposición colectiva, pero, claro, una cosa muy discreta. Porque de aquella había que hacer las cosas de una muy discreta, pero había que hacerlas, y se hacían. Era una época muy creativa, porque la gente tenía que buscarle una segunda imagen porque si no la censura… De todo tipo de cosas te podían pasar, la ley de peligrosidad social y demás, pero había que decirlo. 

La pintura y el artista 

Es mi medio de expresión, la pintura, cualquier tipo de actividad, pictórica o fotográfica o lo que sea, yo procuro que siempre conecte conmigo mismo. O sea, no simplemente, no tiene que ser una cosa bonita. Yo cuando me hago retratos míos, me los hago tremendos, o sea, tremendos. Ya has visto esos que hay, esos no son para poner en Instagram, como «mira qué guapo soy», ¿no? Yo soy así… arrasado, por así decirlo, o sea, para mí la vida me lo ha dado todo, pero ya está. 

Yo produzco, para mí. Si la gente lo quiere comprar, es su problema, pero produzco para mí. Porque soy una persona muy austera, o sea, yo no gasto, yo soy una persona atípica en el sentido que no soy consumista para nada: no tengo coche, ni fumo, ni bebo, ni voy a restaurantes, yo hago mi vida. 

Reconocimiento 

Hombre, a mí me gusta estar colocado en museos, pero ya tengo muchos museos, pero es igual, o sea. Mientras esté aquí, estupendo, lo que después hagan… que dentro de 50 años redescubren a Roberto González porque hay mucha obra de la que sacar dinero, es su problema. Yo mientras esté aquí quiero hacer lo que quiera. Quiero vivir lo más. Yo, por ejemplo, yo no soy un pintor que sufra, yo no sufro. Yo me lo paso… es orgásmico para mí trabajar, entiendes. Yo no sufro nada, si sufriese, pues no lo haría. 

Evolución 

Sobre todo, hay ciertas épocas en que soy más militante, pero también hay otras. Con el paso del tiempo, uno va evolucionando. Porque además, yo lo que no puedo entender es un artista que se pase toda la vida haciendo el mismo tipo de cuadros. Porque si es un medio de expresión, tú cambias, y si cambias, y si se te muere una persona, eso tiene que salir de alguna manera. 

Parar y mirar atrás 

Para nada, ¡por Dios!, para nada. Yo estoy encantada de cumplir años, ¡fíjate lo que he sobrevivido!, con todos los que se han muerto y todo. 

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