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Entrevista a Aaron Rux, músico y cantante

Recostado en la cama de su habitación, Aaron Rux repetía en bucle la canción de Bamboleo de Gipsy Kings. Años después, aquel adolescente de Spokane (Washington, EE. UU.) cumplió con su sueño de viajar a España, y aún sigue preso del hechizo en una de las calles más castizas del Lavapiés más étnico. En 2024, junto a su banda, los Crying Cowboys, defiende su tercer álbum, Albino Rhino, un trabajo de delicado trenzado soul, rock y folk, que engancha desde la primera escucha. En esta videoentrevista, Rux nos habla de este viaje sonoro y otros muchos junto a músicos como Joe Crepúsculo, y sus colaboraciones en bandas sonoras de directores como Juan Cavestany o Beatriz Sanchís.  

¿Quién eres? 

Bueno, un artista, una persona inquieta, un americano de Spokane, Washington, que va aceptando sus raíces, explorando esas texturas, conociendo un poco lo que es mi hogar, mi casa, viviendo en el extranjero, que es un poco extraño. Antes, cuando vivía ahí, no me ponía el sombrero de cowboy, no tenía bigote; era una persona un poco más mainstream

Vine aquí para acabar un disco, con un proyecto que tenía antes que hacíamos bandas sonoras. Un grupo que se llamaba Acrobat, y hacíamos bandas sonoras para Beatriz Sanchís y teníamos un disco, es cuando yo me lancé a la música realmente, porque antes era poeta. Ellos me pidieron la letra para una canción, y tenía unas ideas sobre mi primer viaje a California, a Los Ángeles, e hice una canción que fue incluida en un documental suyo, y decidí: «Vamos a hacer un disco». Quince años después, bueno, sigo aquí, y para quedarme he tenido que ser profesor de inglés y, a nivel artístico, he hecho un poco de cine, luego de productor y luego cowboy.  

Inspiración 

Me gusta mucho la bossa nova, me gusta mucho el folk, el country. Me gusta mucho la música de 2000 hacia atrás. Soy un poco nostálgico, pero… ¡esas texturas! Y en cada momento de mi vida, ya tengo 42 años y he tenido tiempo para explorar y catar géneros diferentes… pero sí, un poco setentero, un poco bossa nova y también un poco de electrónica, de vez en cuando.   

Último trabajo 

Son cosas que salen, simplemente. Los soniditos del piano de «Albino Rhino» salieron en cuestión de minutos. Era una canción que tenía ganas de salir, y se hizo la música en cuestión de horas. Luego, la letra y la historia, pues sí que tenía como que indagar e ir directamente al hogar, a ese circuito de carreras de choque, y allí sí que usaba las imágenes de un coche que mi padrastro había construido y las noches en que íbamos a verlo correr. 

Me alimento totalmente de los recuerdos. Yo no soy tan creativo como para realmente inventar situaciones. Es como quedarme con detalles de cada cosa y luego incluirlos de alguna manera y, gracias a la magia de la música y el arte, pues cobran sentido estando juntos: ¿no?. 

Colaboraciones 

Llevo 10 años, 12 años con Joël, con Joe Crepúsculo, y ha sido una suerte. Gracias a él, he aprendido a estar en el escenario, antes tenía un miedo escénico que me paralizaba. Y me he dado cuenta con él, con ese bombo que manda a la fiesta, que nosotros estamos ahí para ofrecer fiesta, ¿no? Algo que me gusta mucho en sus directos es que hay una energía muy concreta, hay una propuesta que es «vamos a pasárnoslo bien». 

Música para el cine  

Para ciertas cosas, como en el cine, pues la música está al servicio de una imagen, y tú intentas hacer una pieza que solo puede existir si corresponde a este mundo. Entonces, esto te obliga a trabajar dentro de un marco, y reflejar un poco las historias, rellenar de una manera un poco diferente con los sonidos e ilustrar el mundo de esa gente. 

Bueno, empezaba a hacer música de ambiente, esas cosas como hacía Brian Eno, como música muy discreta que apoya sin tener que destacar demasiado. Es como una música invisible, que condiciona un poco tu lectura de la película. Y durante una época, estuve trabajando con Beatriz Sanchís, pero luego con un mundo del cine low cost como Canódromo Abandonado, Juan Cavestany, Pablo Hernando… estaba haciendo todas esas músicas para sus producciones. Y ellos querían evitar todos los códigos de banda sonora normal, como violines, ¡prohibidísimos!, la música esa que te coge el corazón y aprieta, pues no. No podíamos trabajar así, como decían ellos hay que joder la belleza. 

Derechos de autor 

Creo mucho en la propiedad intelectual. Me gusta que los artistas puedan ganar algo gracias a sus trabajos. Entonces, yo hago una inversión increíble de tiempo y de recursos, así que es importante vigilar esos derechos.  

Vivir de la música 

Es muy complicado vivir de la música. No hay nada que te garantiza el futuro y luego estamos viviendo un cambio en el que un ordenador puede hacer tu música, hay plataformas que controlan todo el flujo de cultura para que llegue a una parte u otra. Los hábitos de consumo no favorecen nada al artista, no sé, sacamos discos y luego los trocemos en clips de un minuto y treinta segundos, eso es una locura. Y dices, bueno, pero sigue siendo muy placentero hacer música y crear cosas, así que yo me quedo con eso. 

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