SAFE CREATIVE · CREATORS

Noticias

¿Dónde empezó el mito del «copyright del pobre»?

El mito del «copyright del pobre» o «derecho de autor del pobre» ha existido desde hace varias décadas. Es uno de los primeros temas sobre los que escribió Plagiarismtoday.com en 2006 y ha sido desmentido por varias fuentes expertas, incluyendo la Oficina de Derechos de Autor de los Estados Unidos, la Copyright Alliance, FindLaw y BMI, sólo por nombrar algunas.

La idea detrás del mito parece bastante simple: para demostrar que creaste una obra, te envías una carta por correo a ti mismo para obtener un sello con la fecha en el sobre. Esto permite obtener una verificación por parte de un tercero de que creaste la obra en ese día en particular o antes.

Sin embargo, en Estados Unidos, el sistema de registro de derechos de autor hace que el «copyright del pobre» esté del todo obsoleto. Presentar una demanda requiere un registro de derechos de autor, que constituye una prueba mucho más sólida de la propiedad y la fecha del registro.

Aunque puede aportar algún beneficio en otros países que no dispongan de un sistema de registro, otros servicios de verificación son más fáciles, rápidos, y proporcionan mejor prueba que una carta enviada por correo.

En resumen: hay pocas razones para enviarte a ti mismo una copia de tu obra como táctica de derechos de autor.

Pero, ¿cómo empezó esta idea? Sorprende que hay poco documentado sobre cómo surgió. Aunque el mito existe desde hace décadas, mucho antes que Internet, no está claro cómo la idea llegó a extenderse entre el público.

No obstante, un incidente puede explicar en parte la popularidad del mito. Alguien se envió a sí mismo un documento, y el sello con la fecha sirvió como prueba de un gran escándalo.

Los escándalos de los quiz shows

En la segunda mitad de los años 50, los concursos de televisión (quiz shows) eran increíblemente populares. Esto condujo a una intensa competencia entre los programas por conseguir tanto audiencia como patrocinadores.

Uno de estos programas era Twenty-One, un concurso televisivo en el que dos participantes competían entre sí desde cabinas con aislamiento acústico. La primera emisión del programa se consideró un desastre en general. Los concursantes no lograban responder la mayoría de preguntas y el patrocinador del show, Geritol, se quejó de que era aburrido.

Así que los productores dieron con una sencilla idea: amañar el concurso.

Al principio, los productores eligieron al concurstane Herb Stempel. Lo entrenaron para que conociese las preguntas y respuestas, y comenzó una impresionante racha de victorias. Acumuló 69.500$ en ganancias (equivalente a unos 800.000$ a día de hoy). Sin embargo, la audiencia empezó a decaer, y los productores decidieron traer una cara nueva al programa: el profesor de la Universidad de Columbia Charles Van Doren.

Stempel accedió al plan y perdió frente a Van Doren, fallando incluso una pregunta que claramente sabía. Sin embargo, más tarde se sintió frustrado por lo que consideró promesas incumplidas y trató de denunciar la naturaleza amañada del juego.

Aunque hubo otras denuncias de juego amañado que apoyaron las alegaciones de Stempel, la investigación no prosperó por falta de pruebas contundentes.

Otro concursante de Twenty-One, James Snodgrass, ayudaría a desatascar el asunto. Apuntó las preguntas y respuestas que le habían dado y se las mandó a su casa por correo antes de que se grabaran los episodios.

Esas cartas demostraron que tuvo acceso a las respuestas antes del concurso, alimentando un escándalo público que incluyó audiencias en el Congreso. En 1960, el Congreso modificó la Ley de Comunicaciones para prohibir la manipulación de concursos televisivos. Como resultado, las cadenas y patrocinadores cancelaron una serie de concursos y los reemplazaron por otro tipo de contenido.

La idea de enviarse algo por correo a uno mismo para demostrar la fecha parece haber perdurado.

Consecuencias y por qué funcionó

Siendo claros, es probable que este escándalo no fuera el origen del «copyright del pobre». Después de todo, lo más seguro es que Snodgrass sacara la idea de otro sitio.

También vale la pena mencionar que el testimonio y las pruebas de Snodgrass son sólo una pequeña parte de la historia. Para cuando éste testificó, el asunto ya se estaba presentando ante el Congreso. Aunque los productores y concursantes cometieron perjuiro ante un tribunal neoyorquino, salieron casi indemnes de testificar en el Congreso.

Dicho esto, es difícil sobreestimar la importancia de estos escándalos en su momento. Entre 87 y 95 por ciento de los encuestados estaban al tanto de ellos cuando se desarrollaron. Hubo grandes titulares, y los sobres de Snodgrass fueron de las pocas evidencias físicas presentadas.

Esto dio a conocer la idea de enviarse algo a uno mismo por correo. Es natural que otros la aplicaran a los derechos de autor. Pero es fácil entender también por qué estas pruebas que fueron significativas en este caso no funcionarían en una disputa por copyright.

En primer lugar, la evidencia nunca se presentó ante un tribunal. De hecho, nunca se puso en cuestión. No está claro si esta prueba hubiera podido sostenerse ante un tribunal; quizá no se hubiera siquiera admitido.

Segundo: como ya se ha dicho, el sistema de registro de derechos de autor hace este tipo de evidencia más bien inútil. El registro de derechos de autor otorga muchos más beneficios que un sello postal. Ya que debe realizarse antes de presentar una demanda por infracción de derechos, tiene sentido centrarse en registrar cuando toca, en lugar de mandarse copias por carta a uno mismo.

Por último, en la era digital hay formas mucho más fáciles, baratas y rápidas de dar evidencia de la creación. The Wayback Machine, publicaciones en redes sociales, e incluso sellados de tiempo en los propios ficheros pueden dar evidencia. No obstante, si necesitas o quieres más, hay servicios como Safe Creative, WordProof y otros.

En resumen, aunque el truco funcionara en este caso hasta cierto punto, es poco probable que resulte útil en un verdadero caso de derechos de autor. Sobre todo si no hay más pruebas en las que apoyarse.

Conclusión

Resulta sorprendente hasta dónde puede llegar a extenderse una leyenda urbana o un mito.

El del copyright del pobre ha existido desde hace muchas décadas y ha sobrevivido a innumerables desacreditaciones, incluso de la US Copyright Office. No hay ninguna razón para que nadie siga creyendo en él.

Aunque es imposible saber de dónde surgió la idea, es probable que esta historia la alimentara. Fue un acontecimiento enorme en los 50, e hizo arraigar en una generación la idea de usar la oficina de correos para generar evidencia.

Por supuesto, éste no es el uso previsto de la oficina de correos. Es ideal para enviar cartas y paquetes, pero menos eficaz a la hora de producir pruebas jurídicamente vinculantes.

Pero aunque pudiera, la oficina de correos no resolvería muchos de los problemas de los derechos de autor. Muy pocas disputas de este tipo dependen de cuándo se creó una obra. Es una de las razones por las que la blockchain es un callejón sin salida para resolver problemas de copyright.

Aunque la historia de Snodgrass es interesante, se trata de un caso excepcional. Es un ejemplo de múltiples elementos raros que convergen para hacer de una prueba así algo útil.

Las probabilidades de que te suceda a ti o de que suceda en un caso de derechos de autor son escasísimas. Tiene más sentido por tanto centrarse en estrategias y procesos que funcionen y que tengan un impacto positivo en la protección de tus derechos de autor.

Fuente: PlagiarismToday.com
Traducción: Marta Palacio

Jonathan Bailey
Jonathan Bailey
Consultor especializado en derechos de autor y plagio en CopyByte. Autor del blog PlagiarismToday.com

Compartir

Artículos relacionados