Imaginemos un actor o una actriz de teatro que hace un monólogo. Ahora imaginemos que él mismo ha escrito el texto y dirige la obra. Hasta aquí, entra dentro de lo posible. Pero imaginemos que además ha de controlar las luces y el sonido, ha de acomodar a los espectadores y venderles las entradas. También ha de realizar el cartel y redactar la nota de prensa. Convocar a los periodistas y enviar invitaciones a personas influyentes para el estreno. Ese día, además, servirá las copas y los canapés que habrá preparado previamente. Finalmente ha de limpiar la sala y dejarla a punto para la siguiente función. Esta fábula que, obviamente vemos como un imposible, es poco más o menos lo que se nos pide a casi todos. No solo a diseñadores, ilustradores, artistas y creadores sino también a científicos, gestores, abogados o electricistas.
Con la proliferación de las redes sociales, la gestión de nuestra propia imagen ha pasado a ser, de un lujo que se podían permitir quienes tenían recursos y tiempo, a una necesidad que, si no la modulamos, puede esclavizarnos. Más allá, puede llevarnos a descuidar lo que realmente importa, que es nuestro trabajo.
50% a producir, 50% a marketing
Hace ya muchos años, en un Salone del Mobile de Milán tuve una conversación muy reveladora con un productor de muebles italiano. El resumen de su reflexión era que los muebles producidos en España eran tan buenos o más que los italianos (ojalá las empresas españolas fueran tan valientes como las suyas), pero que nosotros invertimos el 95% de nuestro tiempo y dinero en hacerlos y solo el 5% a promocionarlos. En Italia se suele hacer un 50-50%, la mitad del tiempo e inversión es para promoción. En ese momento, me pareció exagerado. Si ahora calculamos el tiempo que dedicamos a promocionar nuestro trabajo y a nosotros mismos en redes diversas, a filmar vídeos, hacer y elegir buenas fotos, realizar mockups, redactar textos breves pero con gancho, responder mensajes, etc. creo que no estamos tan alejados de eso.
Esa es una realidad, e ignorarla no va a hacer que desaparezca. Seguro que encontramos casos de profesionales que sin ninguna presencia en redes tienen una posición de prestigio y trabajo de sobra, pero son excepciones contadas. Veamos pues, cuáles son los elementos con los que podemos trabajar y cómo hacer que su gestión no devore nuestro día a día.
La primera cuestión es marcarse unos objetivos claros. Vamos a promocionarnos como profesionales creativos, pero ¿para qué?: ¿para obtener más trabajo? ¿Más prestigio? ¿Más notoriedad? ¿Mejor remuneración? ¿Más reconocimiento en el sector? ¿Nuevos clientes? ¿Reforzar los clientes actuales? ¿Diferenciarnos de la competencia? ¿Satisfacer nuestro ego?
Probablemente hayas contestado sí a todas las preguntas menos a la última, aunque siendo honestos, alimentar nuestro ego siempre está presente. Sobre el resto, dependiendo de nuestras prioridades, deberemos seguir diferentes estrategias: desde los DM (mensajes directos en redes sociales) a participar en publicaciones digitales del sector, hay un amplio abanico de opciones para intentar conseguir los objetivos marcados.
Sin embargo, hay algo que funciona en casi todas las estrategias: cuidar mucho la reputación digital. Es más difícil mantener una reputación en redes que obtener notoriedad efímera. Y para eso, mi receta (que no puedo decir que sea la mejor, pero sí honesta) se basa en la generosidad, la persistencia y la coherencia.
Ser generoso es rentable
Suelo dar conferencias en escuelas y universidades de diseño, también en eventos del sector. En todas mis charlas ofrezco el material audiovisual que utilizo. Algunos me comentan que eso es muy generoso y que pueden «copiarme» la charla.
Ese peligro existe, aunque el material sin el relato sirve de poco. Con el tiempo, me he dado cuenta de que ese gesto reporta beneficios. A menudo, la gente agradece con un mail el material y aporta su contacto, otras veces me envían información de temas relacionados con la conferencia. En ocasiones, han surgido talleres u otras charlas a partir de este material.
En honor a la verdad, las imágenes y los conceptos con los que trabajo tampoco puedo considerarlos míos en exclusiva. De hecho, suelo citar las fuentes para que quién lo desee tire del hilo. En las redes, también ofrezco información, no solo mía sino del entorno del diseño y arquitectura que me parecen relevantes, y que creo que pueden resultar interesantes para los demás.
Hay quien se guarda celosamente aquello que considera singular o innovador para utilizarlo en exclusiva. Eso podía funcionar en el siglo XX, pero ahora esa información está al alcance de todos, es muy presuntuoso pensar que seremos los únicos en descubrirla. La gente sigue mi perfil (tampoco es que sea yo un influencer) porque obtienen información valiosa. Cuando promociono alguno de mis cursos, libros, charlas, tienen la pátina de calidad del resto de material que he ido compartiendo.
Sin prisa, pero sin pausa
Una de las cuestiones más complejas es la constancia en las redes. Tanto si tienes un blog como perfiles hay que nutrirlos de forma regular. Hay trucos para posicionar mejor tus posts, si haces cualquier búsqueda en internet encontraras tips para lograrlo. En general, usar los hashtags correctos, no sobre-postear e interaccionar con quien comente, suele funcionar. Pero lo más importante es la regularidad.
No asumas más presencia en redes de la que puedas gestionar, porque un perfil inactivo o desactualizado es casi peor que no tener perfil. Tampoco caigas en la obligación de postear de forma excesiva, ni es bueno para tu marca personal ni para tu vida.
Además, hay que entender en qué terreno jugamos. Las redes sociales no son la calle, no es un espacio público, se asemejan más a un centro comercial. Tú puedes pasear libremente, pero todo está pensado para fomentar el consumo. Tu propia presencia y tus aportaciones en la red, forman parte del negocio de su propietario que pone las reglas. Por lo tanto, gestiona tus perfiles para que sean también rentables para ti. Rentables desde el punto de vista de las preguntas antes hechas, incluyendo la del ego.
Coherencia no es monotonía
Hay quien cree que si se dedica a la tipografía, solo ha de postear información de tipografía, y si se dedica al urbanismo, solo aspectos de esta disciplina. Soy de la opinión de que uno de los aspectos que hace marca personal es nuestra mirada sobre la realidad. Esa mirada no solo se expresará en nuestra disciplina, también se extiende a una gama variada de aspectos. Hay una línea difusa entre la variedad y el potpurrí anodino, pero si somos capaces de dar pinceladas de temas diversos con una mirada coherente, nuestro público habitual no se resentirá y abarcaremos otros públicos cercanos.
También se dice que nunca hay que mezclar lo personal con lo profesional. Es cierto que, en un perfil creativo, las fotos del bautizo de tu sobrino, igual rechinan, pero dar un toque personal a tus publicaciones suma valor. Solo como curiosidad, las entradas de Instagram en las que aparecen rostros humanos se posicionan mejor por sistema. Eso no significa que además de todo lo demás, debamos ser modelos, pero mezclar aspectos más personales (en los que tú controlas hasta dónde quieres llegar) y una mirada propia sobre la realidad, suele dar buenos resultados.
Pero, más allá de las redes sociales, ¿qué hay de nuestra marca personal? o ¿cómo podemos añadir valor a nuestra imagen sin falsear nuestras cualidades? Me temo que la respuesta es la misma: generosidad, constancia y coherencia.
Puede sorprender que no hable del talento, la creatividad o el ingenio. Son cualidades muy valoradas, pero a lo largo de los años he comprobado que aquellos profesionales que me interesan y sigo son los que trabajan desde la discreción del día a día, y no desde las llamaradas de su supuesta inspiración.