«Si no está en Internet, no existe.» Aunque exagerada, esta frase refleja una realidad innegable: la red ha transformado radicalmente la forma en que accedemos y validamos la información. Con sólo hacer clic, consultamos, compartimos y descargamos contenidos de todo tipo a gran velocidad. Pero, ¿nos paramos un segundo a pensar si estamos respetando los derechos de autor?
Derechos para los creadores y obligaciones para los usuarios
La gran ventaja de Internet es que, en respuesta a una búsqueda concreta, proporciona toneladas de recursos (libros, artículos, fotografías, vídeos, películas, partituras…), lo que ha supuesto un enorme avance en la difusión del conocimiento. Su gran desventaja es que resulta muy fácil apropiarse sin permiso de contenidos ajenos. Como son intangibles, puede parecer que todo es válido, y no es así.
Los derechos de autor existen en el mundo offline y en el online, y en ambos casos hay medidas para protegerlos y sancionar a quienes los vulneran. En España, la Ley de Propiedad Intelectual (LPI) ofrece la misma protección a las obras en formato físico que en formato digital. Siempre que se trate de originales, se consideran iguales, al margen de su medio o soporte.
Contenidos gratis autorizados: claves para saber cuáles son
Pese a la legislación, el plagio y el robo de contenidos están a la orden del día en la red. Según el Observatorio de la Sostenibilidad de la Cultura Escrita, dos razones explican el uso ilícito de contenidos digitales. Una es la disonancia cognitiva o contradicción entre reconocer que está mal y pensar que se hace por una cuestión práctica. La otra, no saber identificar el contenido legítimo del no autorizado.
El hecho de poder acceder a contenido gratuito hace que mucha gente dé por sentado que todo lo que está en Internet se puede utilizar libremente de no especificarse lo contrario. Sin embargo, es precisamente al revés. Todos los contenidos en línea están protegidos por los derechos de autor y no es posible usarlos a no ser que se indique expresamente. Salvo las excepciones previstas por la LPI, sólo pueden usarse las obras cuando sus titulares de derechos lo autorizan.
Para saber si la obra se distribuye con autorización, puede haber tres pistas:
- El nombre del titular de la obra junto al símbolo ©.
- Una cláusula de reserva de derechos.
- Las licencias Creative Commons, que permiten la difusión bajo ciertas condiciones elegidas por el autor. El nombre de cada licencia resume brevemente los usos autorizados y no autorizados por defecto.
El acceso autorizado en línea es tan legal como cualquier uso de pago. El problema es que entre los contenidos gratuitos se cuelan muchas copias pirata.
Consejos para acceder a contenido de forma legal
Lo primero que hay que hacer para detectar las copias no autorizadas es estar alerta y usar el sentido común. Debería resultar sospechoso que, por ejemplo, se ofrezca gratis la lectura completa, e incluso la descarga, de una novedad editorial que está en ese momento promocionándose en las librerías físicas o en las plataformas online de pago.
Si alguien hiciese copias de ese libro en papel y se dedicase a regalarlas o venderlas, nadie dudaría de que está cometiendo un delito. El mismo que si colgara en Internet un pdf con el volumen escaneado para que lo leyese quien quisiese. Ambas acciones serían ilegales y podrían tener consecuencias.
A diario, millones de personas de todo el mundo comparten contenido propio y ajeno en Internet, protagonizando un alto porcentaje de infracciones a los derechos de autor.
Estas tres medidas ayudan a combatir estas infracciones a nivel global:
- Contar con una oferta digital legal, rica, diversa y de fácil acceso.
- Formar y concienciar sobre las consecuencias negativas de la piratería, tanto para los creadores directamente afectados como para la sociedad.
- Disponer de normas jurídicas que permitan denunciar y luchar contra las infracciones de derechos de autor de forma rápida y eficaz.
Para luchar contra ella a nivel individual, es necesario asumir que la piratería existe, ser precavido, fijarse bien y acceder sólo a fuentes legales. Y, además, tener presente que algunos de los contenidos que se anuncian como gratuitos no lo son. El acceso a libros o películas sin coste se emplea a menudo como cebo para adueñarse de datos personales con los que lucrarse.
Antes de copiar o difundir una obra de forma fraudulenta, deben tomarse ciertas medidas preventivas:
- Acudir a páginas o plataformas reconocidas y fiables. Asegurarse de que los contenidos provienen de una fuente segura y legal, y que no se están compartiendo de manera fraudulenta.
- Obtener los contenidos directamente de las páginas web oficiales. Esta práctica garantiza su legitimidad, respeta los derechos de autor y apoya a los creadores.
- Desconfiar de webs que comparten novedades editoriales o prensa del día gratis. Probablemente están infringiendo derechos de autor.
- Consultar los términos y condiciones de uso de la web o el aviso legal. Permite saber si se tiene autorización del titular de los derechos, si se otorga algún permiso para la utilización de su contenido o dónde se debe acudir para obtenerlo.
Consecuencias de las descargas ilegales
No es preciso registrar los contenidos web para ser su dueño legítimo. Se trata de obras de propiedad intelectual con derechos de autor: un conjunto de principios y normas jurídicas que otorga al propietario derechos patrimoniales y morales sobre sus creaciones por el mero hecho de crearlas. Usarlas sin su autorización infringe dichos derechos y es enormemente perjudicial a nivel social y económico, en especial para la industria cultural legal.
No respetar los derechos de autor afecta también a la reputación del infractor. El titular puede denunciarle y emprender acciones civiles (pedir la retirada de los contenidos que vulneren los derechos, el cese de la actividad o una indemnización por daños y perjuicios), así como acciones penales previstas en la ley. En los casos más graves, puede tipificarse como delito y castigarse con multas y hasta penas de prisión.
Podemos disfrutar de la inmensa riqueza que aporta Internet siempre que hagamos un buen uso, apliquemos correctamente nuestras obligaciones como usuarios y respetemos la autoría de los contenidos.